Los consumidores compran aquellas cosas con las que establecen una relación a nivel emocional y con las que se sienten identificados de alguna forma a nivel personal. Por ello, cabe hacerse la siguiente pregunta: Si las emociones nos mueven a la hora de tomar decisiones y nos influyen en aquello que compramos, ¿no se podrá relacionar el origen de dichas emociones con el propio proceso de compra?
Lo cierto es que los especialistas empiezan a ver claro que la felicidad está directamente ligada a la compra. En definitiva, se podría decir que compramos para sentirnos felices, aunque la felicidad que consigamos sea cuestionable. En este sentido, explicamos a continuación la relación existente entre la sensación de felicidad y la motivación de compra que se puede dar en una persona y que las marcas conviene que sepan.
Estrecha relación emocional
Si hay algo que se ha podido demostrar en los últimos años es la relación entre lo que consumimos y lo que ignoramos y su influencia en nuestras emociones. A partir de este precepto, se puede deducir que los consumidores compramos aquellos objetos con los que establecemos una sensación a nivel emocional o sentimental, ya que conectamos de alguna forma estrecha con la marca, la idea o el producto en sí mismo.
Numerosos estudios realizados por psicólogos especialistas recopilan las conclusiones derivadas del extenso estudio de los consumidores. La conclusión obtenida demuestra que lo más gratificante para el usuario final es comprar experiencias y no productos tangibles porque el resultado de comprar la primera, una nueva experiencia, suele tener un impacto más positivo en el consumidor. Dicho de otra forma, una persona puede sentir emoción en el momento de la compra de un objeto físico, pero la fecha de caducidad de ese sentimiento es corta. Mientras que, si la misma persona disfruta de una experiencia determinada, el recuerdo y la alegría consecuentes se alargan en el tiempo, haciendo que la compra sea mucho más gratificante.
El poder de la experiencia
Las experiencias personales tiene mucho menor potencial de comparación y de lamentación que la compra de un producto porque resulta difícil comparar la experiencia que ha sentido uno mismo en relación con la que ha podido sentir otro individuo. De ahí se deduce que la compra de un viaje, un vale para una comida o una entrada de cine tenga un carácter personal y único que la hace totalmente diferente del resto.
Caso de éxito: Coca Cola
A través de la campaña “Comparte una Coca-Cola” la compañía logró crear una experiencia única y diferente al resto de experiencias entre los clientes. Cola Cola supo analizar el apego actual que existe hacia las nuevas tecnologías, incluyendo en ellas los smartphones y las redes sociales, y enfocó toda su campaña hacia el ámbito digital para llegar al máximo público posible.
La campaña pretendía acercar el producto estrella de la marca, las latas de Coca Cola, a sus clientes de forma que cada uno tuviera una lata personalizada con su nombre grabado en ella. El objetivo final era lograr un acercamiento con los clientes y promover la campaña por redes sociales. Los resultados de la marca finalmente fueron positivos ya que se vendieron más de un millón de botellas personalizadas de Coca Cola.